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miércoles, 27 de noviembre de 2013

Miradas (26-Oct-2007)

Sábado por la noche en la sala de urgencias. Mi mirada se cruza con la de la mujer que llama por el móvil. Sus ojos reflejan todo el cansancio y el dolor acumulados. Me mira sin verme mientras dice: "dile que tiene que venir de inmediato, ya no hay esperanza. El doctor me ha dicho que es cuestión de horas".

Trato de mirar a otro lado.

Afuera de la atestada sala de urgencias del hospital, la gente se derrama sobre la acera, los autos estacionados, las jardineras y cualquier otro espacio disponible.

Forman pequeños grupos de familiares, amigos, vecinos de los pacientes. Algunos conversan dándose ánimo entre sí con mas o menos convicción, según el estado de salud de quien vinieron a ver. Otros con menos esperanza sólo permanecen en silencio haciéndose compañía.

Los recién llegados a cada grupo destacan de inmediato. Preguntan a quienes ya estaban ahí, esperando que todo sea algo sin importancia. Creyendo que el fin de semana continuará como cualquier otro en sus vidas.

De vez en cuando un silencio corre como onda expansiva desde la sala hasta llegar al exterior: es la voz de quien llama a los familiares de tal o cual paciente para que acudan a recibir el último parte médico. Eventualmente el aviso llega al destinatario y se produce una breve carrera para llegar hasta el acceso al hospital. Después de unos momentos en que todos intercambian miradas nerviosas, vuelve a escucharse el rumor apagado de las conversaciones.

Ahora sale alguien por la puerta. Rápidamente es rodeado y se convierte en vocero que repite una y otra vez (muchas veces sin entender) lo que los médicos le han dicho acerca de su paciente. Algún despistado todavía fuma distraído cuando el que se encuentra a su lado le toca el hombro y le indica que le están llamando. Por unos minutos las miradas se dirigen ansiosas hacia "el vocero", luego se vuelven miradas de desconsuelo. El grupo se disuelve lenta y silenciosamente.

A lo lejos se escucha una sirena. Una como tantas que el ruido citadino acalla diariamente. Al principio pocos le prestan atención, solo los que llevan horas (dias?) esperando en el lugar empiezan a despejar el acceso a la rampa. Poco a poco el sonido de la sirena se acerca hasta que irrumpe con un último ulular al dar vuelta en la esquina del hospital. Entonces las mirada se vuelven a la rampa y la realidad golpea a todos por igual. La mujer inconsciente en la camilla, el tanque de oxígeno que lleva un paramédico, el hombre que baja de la ambulancia con un pequeño en brazos que llama a su madre. La ambulancia se retira. Las miradas se cruzan nerviosas y todos vuelven un poco mas agobiados a formar pequeños grupos.

La mujer del móvil ahora permanece en silencio recargada en la pared. Todo es cuestión de horas. Trato de mirar a otro lado, es inútil.

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