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miércoles, 27 de noviembre de 2013

LIBRO SIN PAGINAS I (20-Nov-2007)

Pacientemente escuchaba a la directora del colegio mientras ordenaba algunos papeles sobre la mesa. La directora subía y bajaba la voz (mitad regaño, mitad amenaza) y M... solo asentía o negaba con la cabeza, sonriendo de cuando en cuando. Finalmente la directora dio media vuelta y salió de la biblioteca sin despedirse. M... me sonrió y dijo con su habitual buen humor: "Pobre, necesitaba desahogarse. Es que dirigir un colegio como este puede ser muy estresante, no crees?".

M... sonreía ante cualquier circunstancia de la vida aunque tuvo muchas razones para no hacerlo. Hija de una familia humilde, pasó sus primeros años en la finca paterna. A los cinco años comenzó a tener problemas para oir. Su madre la llevó con el médico del pueblo, quien diagnosticó una malformación congénita. El pronóstico fue devastador: su capacidad auditiva iría disminuyendo hasta que eventualmente quedaría sorda.

M... apenas comenzaba a hablar claramente (probablemente debido a que no oia bien desde que nació), y su madre buscó una segunda opinión en la ciudad. El segundo médico que la revisó confirmó el diagnóstico y dio una esperanza que sonaba imposible: en Estados Unidos se estaba experimentando con una nueva técnica quirúrgica para corregir el defecto en el oído interno que impedía oir a M...

Los limitados ahorros de la familia practicamente se habían consumido en los viajes y consultas con los médicos y, en esa época (principios de los 60's), un viaje a Estados Unidos para una familia pobre de Sudamérica como lo era la de M... resultaba imposible. Todos la rodearon de cariño pero se resignaron a su suerte. Todos menos M...

M... no acudió a la escuela porque en su pueblo no había colegios para niños como ella. No había nadie que le enseñara a modular su voz por medio de las vibraciones de su garganta. Tampoco hubo quien le enseñara a usar el lenguaje de señas o a leer los labios. Rodeada de silencio, al principio M... también enmudeció. Pero poco a poco en un proceso autodidacta, encontró la forma de volver a hablar. Con mucha paciencia su madre le enseño a leer y con la lectura M... encontró un mundo nuevo. Leía todo lo que llegaba a sus manos (que no era mucho de todos modos). Cuando tenía doce años leyó que no solo en Estados Unidos se estaban operando pacientes con problemas auditivos como el suyo, sino que en Suiza también. Por alguna razón a M... le pareció que Suiza estaba mas cercana que los Estados Unidos, así que decidió ahorrar dinero para viajar a Europa.

La madre de M... también soñaba con el día en que lograría reunir la cantidad suficiente para pagar el tratamiento que le devolvería la capacidad de oir a su hija. Nunca le mencionó a M... sus planes porque no quería desilusionarla, en caso de que no fuera capaz de ahorrar lo suficiente.

Al cumplir los 16 años, M... se dio cuenta de que no podía seguir siendo una carga para su familia. Ignorando los esfuerzos que su madre hacía para ahorrar, decidió hacer el viaje a Europa por su cuenta. Tomando sus propios (y escasos) ahorros, dejó una carta para su familia y escapó de casa.

Se dirigió a un puerto de la costa y pagó para que un barco de carga la llevara de contrabando a Francia. Al llegar tuvo que sortear toda clase de obstáculos: idioma, discriminación, falta de dinero, hambre. Finalmente y casi un año después de llegar a Francia, se encontró con una persona que, al conocer su historia, la puso en manos de una institución de beneficencia. La institución le ayudó a cruzar la frontera hasta Suiza para que un médico en Zürich la atendiera. Con casi 17 años, M... había alcanzado el límite de edad para que la cirugía tuviera utilidad. El Dr. B... así se lo informó, pero conmovido por lo que había tenido que soportar aquella chica, decidió realizar la cirugía.

Las personas que habían ayudado a M... en su viaje de Francia a Suiza se hicieron cargo de sus gastos y el Dr. B... no cobró sus honorarios. La recuperación de M... fue tan rápida como era de esperarse por su edad y su entusiasmo. La cirugía corrigió parcialmente la malformación y permitió que M... escuchara el sonido de su propia voz por primera vez desde los 6 años. El Dr. B... advirtió que el pronóstico era incierto, tomando en cuenta que nunca se había intentado una cirugía en alguien de la edad de M... Pero a ella solo le importaba poder escuchar otra vez. Con la ayuda del Dr. B... consiguió que le dieran clases de alemán y francés. Al poco tiempo consiguió trabajo en el ala infantil del mismo hospital donde fue operada. Su carácter amable y su enorme disposición de servicio, le abrieron muchas puertas. Pudo establecerse por su cuenta en Zürich trabajando en una guardería para niños con discapacidad. Ahora que podía escuchar, finalmente aprendía a usar el lenguaje de señas, a leer los labios; y podía enseñar a los niños a comunicarse por sí mismos.

Cuando M... pensó que no podía ser mas feliz, encontró a un hombre que le mostró que estaba equivocada.

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