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viernes, 31 de enero de 2014

Los Tres Cochinitos y el Lobo. Primera Parte


I. LA GRANJA

Chucho, Jacinto y José eran hermanos. Chucho era el mayor de su camada, nació 17 minutos antes que Jacinto y 22 antes que José, que fue el último en nacer.

Los tres cerditos vivieron su infancia junto a su madre en una granja donde también había ovejas, gansos, vacas, gallinas y caballos.

Cuando los cerditos aún eran pequeños fueron separados de su madre para que ésta tuviera otra camada. Desde ese día Chucho asumió la responsabilidad de cuidar a sus hermanos más pequeños. La separación temprana también provocó que fueran muy unidos entre sí.

Mientras pasaban sus días buscando comida en los alrededores de la granja y conviviendo con los demás animales, cada cerdito fue desarrollando su propio carácter.

Cuando Chucho no estaba vigilando a sus hermanos, se acercaba a la casa del granjero, que por esos días realizaba obras de construcción para ampliar su propiedad. Para Chucho era muy interesante ver cómo el granjero mezclaba los materiales de construcción en la proporción correcta y colocaba cada ladrillo cuidadosamente para ir levantando un nuevo muro. Para sus hermanos era extraño que Chucho pasara tanto tiempo con el granjero y se burlaban de él cuando regresaba al corral cubierto de polvo rojo de los ladrillos y restos endurecidos de cemento.

Chucho no hacía caso de sus burlas y cuestionaba a sus hermanos sobre dónde habían pasado el día. Para él, antes que nada, estaba la responsabilidad de hermano mayor. Siempre que acudía a ayudar a alguno de sus hermanos, o se veía obligado a reprenderlos por alguna falta, recordaba lo último que escuchó de su madre antes de que el granjero se la llevara al pueblo: "Chucho, tú eres el mayor y tus hermanos sólo te tienen a ti. Cuídalos por mí."

Aunque Chucho quería a sus hermanos, a veces no comprendía cómo podían ser tan despreocupados e irresponsables."Si por lo menos se cuidaran un poco más", pensaba cuando los veía alejarse del corral por la mañana.
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Para Jacinto la vida se trataba de relajarse y aprovechaba cualquier oportunidad para hacerlo. En verano disfrutaba de largos baños en la orilla lodosa del estanque de los gansos, mientras que en invierno pasaba su tiempo en el patio de las gallinas, durmiendo a menudo en el cálido gallinero.

Le gustaba conversar con los otros animales de la granja y era muy popular entre todos por su carácter agradable. No le gustaban los conflictos y no hacía caso a los chismes y habladurías que eran tan comunes entre los habitantes de la granja. Estaba al tanto, por ejemplo, de los comentarios de los perros, que lo calificaban de flojo.

Un día conoció a uno de los perros pequeños que la esposa del granjero mantenía dentro de la casa. El perro faldero le contó cómo su dueña lo cargaba en brazos mientras le daba de comer toda clase de delicias en la cocina y cómo dormía en una pequeña cama con cojines junto a la chimenea de la sala. Eso le parecía increíble y deseó poder experimentarlo alguna vez.

Jacinto recordaba el día que se llevaron a su madre como el más triste de su vida. Sin embargo, también sentía que fue entonces cuando se dio cuenta de que era parte de una familia. Aunque tenía muchos amigos en la granja, sus hermanos seguían siendo su familia.
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José era el más pequeño de los tres, pero no era precisamente un cochinito lindo y cortés. Nunca perdonó a su madre por haberlos dejado solos y odiaba al granjero por llevársela.

A José la vida en la granja se le antojaba aburrida y sin sentido. Para él todos los animales de la granja (incluyendo sus hermanos) vivían presos del granjero, quien decidía todo lo relacionado con sus miserables existencias.

Acostumbraba observar a los gansos salvajes que en ocasiones se detenían en el lago para descansar durante su viaje al sur y siempre se imaginaba a sí mismo volando lejos de los límites de la granja. Ansiaba conocer otros lugares donde no hubiera vallas ni límites, donde no tuviera que pelear con otros animales por la comida.

El desprecio que José sentía hacia los otros animales de la granja por vivir sometidos a la voluntad del granjero, se traducía en un trato rudo hacia ellos. Ese trato no pasaba desapercibido para los demás y trajo como consecuencia que José se convirtiera en un solitario. Soledad que sólo se veía interrumpida por la convivencia con sus hermanos.

II EL BOSQUE

Desde que Boris tenía memoria había estado con su familia. No recordaba ni un solo día en que no estuviera acompañado por lo menos por un miembro de su manada.

Siendo hijos del jefe de la manada, Boris y su hermana Rufis disfrutaron de un trato especial por parte de los lobos de menor rango desde que abrieron los ojos y salieron de la vieja madriguera.

Pasó sus primeros días de cachorro jugando y conociendo los alrededores de la madriguera que se encontraba al pie de un viejo árbol muerto. Aprendió a cazar persiguiendo y acechando a Rufis mientras su madre los vigilaba a ambos de cerca.

Cuando tuvo edad suficiente sus padres lo llevaron al bosque para que los acompañara en la cacería. Al principio la manada lo dejaba oculto junto a su hermana, mientras acorralaban a la presa, pero les permitían salir y participar en la matanza. Para Boris, recorrer el bosque junto a sus padres era lo mas divertido. En esas correrías su padre le mostraba cómo seguir el rastro de olor dejado por un conejo, sin perderle aún al cruzar un arroyo. Mientras que su madre lo llevaba silenciosamente a los arbustos donde los venados escondían a sus cervatos, tan cerca que podían escuchar su respiración.

A medida que crecía aprendía a amar el territorio que su manada dominaba. Aquella enorme extensión de bosque y pradera con arroyos era su hogar y Boris era feliz en él.