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jueves, 28 de noviembre de 2013

El Dueño de la Calle (14-Dic-2007)

Temprano por la mañana hace su última ronda por el barrio antes de irse a descansar. Recorre lentamente las aceras deteniéndose aquí y allá para escuchar los sonidos de los vecinos que comienzan su día.

Podría caminar con los ojos cerrados sin tropezar pues lleva en la memoria cada desnivel, cada grieta, cada árbol a lo largo de su ruta.

También recuerda los sonidos y olores particulares de cada rincón del barrio. Tiene registrados los horarios y movimientos de todos los vecinos. Sabe, por ejemplo, que la vecina de la esquina sureste sale antes de las 6 y no regresa hasta el mediodía; que los chicos cruzan el parque a las 7:30 rumbo a la escuela (por eso evita el área a esa hora), que la tienda abre a las 8 o que después de las 9 puede tomar una siesta pues ya pasó el ajetreo matutino.

Aunque todo el mundo lo conoce nadie repara en él. Lo consideran parte del paisaje urbano, como el viejo auto que lleva años oxidándose frente al domicilio de su propietario en espera de ser reparado. A él no le importa, sigue su paso con actitud arrogante ignorando a los demás.

A pesar de que ya hace tiempo que pasaron sus mejores años, de vez en cuando aún corre detrás de algún intruso sospechoso, sólo para mantenerse en forma.

Termina por fin su patrullaje y se encamina con paso lento a ocupar uno de sus lugares favoritos para descansar. Antes de irse a dormir se queda inmóvil por un instante mirando a lo lejos, mueve las orejas intentando ubicar el orígen de un sonido que solo él puede escuchar. Oteando el frío aire invernal emite un gruñido ronco y luego estalla en una serie de ladridos para advertir a cualquiera que pueda dudarlo, que él es el único dueño de la calle.

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