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miércoles, 27 de noviembre de 2013

Lapilázuli (20-Oct-2007)

Es una vieja costumbre. Un hábito arraigado desde la niñez. Uno de mis primeros recuerdos es escuchar la radio muy temprano por la mañana, mientras mi madre se afanaba en la cocina. Escuchaba el noticiario y los mensajes de los anunciantes, sin entender realmente lo que decían. Sólo ponía atención a las palabras que sonaban bien: "efeméride", "panadería", "acontecimiento".

Hay palabras que me gustan, no por su significado, sino por cómo suenan. "Lapislázuli" es una palabra que me encantó desde la primera vez que la vi escrita. Es sonora y tiene una dificil ortografía.

"Cañada", "argamasa", "melocotón" son palabras que me gusta decir. A veces, mientras voy conduciendo, las repito mentalmente o incluso en voz baja. Solo por el placer de escuchar cómo se oyen.

"Hilvanando", "membrana", "boulevard", "adivinanza". Las repito despacio pronunciando cada letra, disfrutando cómo se enlazan los sonidos y van fluyendo hasta el final.

Pero mi relación amorosa con las palabras no se circunscribe al español (o castellano), mi lengua madre. Hay palabras en otros idiomas que también me fascinan: tangerine, flowing, wolves. O idiomas que son una delicia escuchar, como el italiano o el portugués.

Maravillosas, hermosas palabras.

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