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martes, 14 de julio de 2020

Los Tres Cohinitos y el Lobo. Tercera Parte.



VI. La Granja de los Cerdos.

Sólo una estrecha franja de cielo rosado en el horizonte separaba las suaves líneas de las colinas de la noche incipiente, revelando el lugar por donde el sol acababa de ocultarse. Rupert volaba en la oscuridad. No podía distinguir los detalles del terreno que tenía debajo, pero sabía que seguía el camino que conectaba a todas las granjas. Podría volar incluso con los ojos cerrados guiándose sólo por su instinto.
Una brisa fresca y el olor del agua le indicaron que estaba llegando al río. Descendió un poco para encontrar el puente sobre el río. Una vez que lo sobrevoló, volvió a elevarse para seguir el camino más estrecho que bordeaba el campo de maíz. No faltaba mucho para llegar a la granja Manor y unos minutos después, efectivamente pudo ver la entrada a la propiedad que se encontraba bloqueada con maderos, rocas, herramientas de labranza y toda clase de objetos apilados en desorden.
Se dirigió al granero y dio una vuelta sobre él antes de posarse en el borde de una de las ventanas superiores. Al verlo llegar, las palomas que dormían en el interior gritaron asustadas y algunas volaron huyendo, sólo para regresar al descubrir que se trataba de un ganso.
Rupert de disculpó por causar el sobresalto, mientras que las palomas volvían molestas a sus lugares en el rincón donde pasaban la noche.
-¿Qué pasa allá arriba?- gritó alguien desde el interior del granero. Las palomas hicieron silencio de inmediato mientras se miraban entre sí aún mas nerviosas.
-¡Palomas!- se volvió a escuchar el grito desde el nivel inferior del granero, pero ésta vez con más fuerza.-¿Qué está pasando?
Rupert se asomó por el borde del piso donde dormían las palomas y pudo ver a un enorme cerdo vestido con pantalones y camisa. El cerdo estaba erguido, sostenido en equilibrio sobre sus patas posteriores. Miraba hacia arriba con gesto feroz mientras movía su prominente hocico olfateando el aire. Cuando vio a Rupert, levantó hacia él una especie de bastón largo y gritó.-¿quién eres y por qué no estás con el resto de los gansos?.-
Rupert se quedó inmóvil mirando al cerdo. Nunca había visto un cerdo con ropa de humanos ni parado sobre sus patas traseras. Sólo recordaba haber visto a otro animal vestido: el pequeño perro de la esposa del granjero. Pero ese perro creía que era humano, así que no contaba.
-¿Estás sordo?- volvió a gritar Mortimer, que era el nombre del cerdo erguido, agitando en el aire el bastón que sostenía con su pezuña derecha. Rupert notó cómo aquel gesto de agitar el bastón provocó que Mortimer perdiera un poco el precario equilibrio y diera unos cuantos pasos hacia atrás y luego hacia adelante para recuperarlo. Con el pico abierto de asombro y aún sin poder hablar, Rupert avanzó un poco hacia el borde de la plataforma donde dormían las palomas, para ver mejor aquel fenómeno increíble
-Escúchame bien, ganso. Baja de inmediato antes de que envíe a los perros por ti.- al decir esto, Mortimer hizo un movimiento con la cabeza y dos perros ovejeros se pararon junto a él mirando hacia arriba. Rupert por fin habló:-Me llamo Rupert y vengo de...- no pudo terminar su respuesta porque fue interrumpido por Mortimer:-¡Baja de una vez!-
Rupert comprendió de pronto que podía estar en peligro y dudó en obedecer al cerdo para salir volando por la ventana, pero recordó el motivo que lo había llevado a la granja Manor (y que había olvidado por completo), y decidió bajar. En cuanto se posó en el suelo del granero frente a Mortimer, éste hizo un nuevo movimiento con la cabeza, y los dos perros ovejeros se acercaron gruñendo. El ganso quiso ser amistoso y se dirigió a ellos: -calma muchachos, no hace falta alterarse.-
Mortimer ignoró el comentario y después de mirar con atención a Rupert por un momento, dijo:-Tú no eres de aquí. Nunca te había visto con los gansos del estanque. ¿Quién eres y qué haces aquí?, responde pronto.
-Como decía, me llamo Rupert y vengo a buscar a un amigo. No quise molestar a las palomas.-contestó tratando de sonar lo más amable posible. No perdía de vista el hecho de que frente a él, los ovejeros seguían mostrándole los dientes.
-¿A quién buscas?- dijo Mortimer todavía con recelo.- No serás un espía de esos malditos granjeros que quieren recuperar la granja, ¿verdad?-
-No, claro que no.-dijo Rupert nervioso.- No conozco a ningún granjero. Sólo busco a un amigo.-
-Bueno, pues si eso es cierto, ahora ya es muy tarde para encontrarlo.- dijo impaciente Mortimer. y luego, dirigiéndose a los perros, dijo: -lleven al ganso al estanque y revisen que todos los animales estén en sus lugares. Ya saben que no debe haber nadie caminando por ahí después del toque de queda.-
Uno de los perros empujó con el hocico a Rupert obligándolo a salir del granero, mientras que el otro se colocó al frente para guiarlo al estanque. Cuando llegaron a la orilla del agua, los perros dieron la vuelta y se alejaron, dejándolo solo. Aún estaba muy asustado. Apenas podía creer todo lo que había pasado. Todas las historias que había escuchado sobre la rebelión de los animales en la granja Manor parecían ser ciertas. El ruido que venía del agua lo hizo recordar nuevamente por qué estaba allí.
En cuanto los perros se alejaron, varios patos lo rodearon y, hablando en voz baja, le preguntaron nerviosos:-¿qué pasó en el granero?, ¿quién eres?, ¿qué haces aqui?-.
Rupert apenas entendía lo que cada uno decía, pues hablaban casi susurrando y al mismo tiempo, pero trató de responder: -Esperen, casi no los escucho. Soy Rupert y vengo de la granja...- de pronto uno de los patos que lo rodeaba se acercó más y casi toco el pico de Rupert con el suyo diciendo: -Tu bandada pasa el verano en la granja del viejo constructor, en el estanque del sur, ¿cierto?. Ahora recuerdo que te he visto ahí.-
Rupert continuó: -Si, de ahí vengo ahora. Estoy buscando a un amigo que también llegó hoy.- Otro de los patos interrunpió de nuevo a Rupert: -No ha llegado ningún pato por aquí desde hace mucho tiempo. Aparte de tí, claro. No creo que tu amigo esté en la granja Manor.-
-Mi amigo no es un pato, es un cerdo llamado José y creo que...- empezó a explicar Rupert cuando se interrumpió al ver cómo los patos se alejaban  y trataban de ocultarse entre los juncos que crecían al borde del agua. Suponiendo que algún peligro había asustado a los patos, trató de seguirlos para ocultarse también, como se lo indicaba su instinto, pero ellos se lo impidieron graznando: -¡aléjate traidor!, ¡viniste a vigilarnos!, ¡amigo de cerdos!, Mortimer te envió a espiar ¿no es cierto?-.
Rupert retrocedió sorprendido por la reacción y sin entender lo que pasaba. -¡Oigan!, esperen-dijo dirigiéndose a los patos-. No entiendo por qué dicen todo eso, pero yo sólo he venido a buscar a José porque sus hermanos, que también viven en la granja del viejo constructor, me lo pidieron. Ellos están muy preocupados por su hermano. Nadie allá lo ha visto y yo creo que vino a la granja Manor porque pensó que podría vivir mejor aquí, ya que los animales tomaron el control. No sé a qué se refieren con eso de venir a espiar o a vigilarlos, ni tampoco había visto a ese cerdo Mortimer hasta esta noche. Yo sólo quiero encontrar a José para regresar a casa.-
Los patos escucharon a Rupert y se acercaron de nuevo, pero lentamente y dudando si creer o no lo que decía. Para ellos todos los cerdos eran iguales: traicioneros, crueles y peligrosos. Y cualquier animal amigo de los cerdos no era mejor. Pero el instinto de ser parte de la bandada era muy poderoso y terminaron por rodear nuevamente a Rupert.
Por unos momentos todos en el estanque quedaron en silencio. Luego, uno de los patos habló de nuevo: -No nos queda mucho aquí. Desde que los cerdos se rebelaron en contra del granjero y convocaron a todos los animales a apoyarlos para "ser libres", las cosas han ido empeorando cada vez mas. Solo quedamos unos cuantos de la gran bandada del estanque Manor. Los que pudieron, huyeron antes de que Gravy, el cerdo que aprendió a usar la escopeta, vigilara el cielo sobre la granja para que ningún ave volara sin permiso, bajo pena de pagar con su vida la desobediencia. Y los que nos quedamos hemos sido sacrificados para alimentar a los perros. Todos sabemos que ese será nuestro destino al final. Los cerdos no dejarán nunca el poder.- dijo sin dirigirse a nadie en particular. Rupert no sabía qué decir. Había escuchado historias acerca de que ocurrían cosas terribles en la granja Manor, pero apenas empezaba a entender qué significaban esas historias.
-No sabía que esto estaba pasando- dijo -lo siento mucho. Había escuchado algo pero no creí que fuera cierto. ¿Por qué no intentaron escapar?-
-Al principio tampoco nos dimos cuenta de lo que estaba pasando -dijo el pato que había hablado antes-. Creímos que los cerdos en verdad querían liberar a todos los animales de la granja de la explotación de los humanos. Si nos unimos, decían, seremos libres para vivir felices y en armonía. Nadie nos obligará a llevar cargas pesadas, no volveremos a ser vendidos a otros humanos, no nos sacrificarán para terminar en la mesa del granjero. Y durante un tiempo, después de que expulsamos a los humanos de la granja, todo estuvo bien. Los cerdos repartieron la comida y el trabajo entre todos. Vivimos felices y nadie pensaba en irse de aquí.-terminó mirando a todos. Luego, dirigiéndose a Rupert, dijo: -Para cuando nos dimos cuenta de que los cerdos eran los nuevos amos y el resto de nosotros seguiríamos siendo explotados por ellos, ya era muy tarde para huir. Ahora nadie puede hacer nada sin el permiso de los cerdos. Mortimer envía a los perros a vigilar que se cumpla el toque de queda por la noche, y Gravy se ha vuelto muy hábil con la escopeta, así que tratar de huir volando es imposible.-
Rupert sintió cómo se le erizaban las plumas por el miedo al darse cuenta de que tal vez nunca saldría vivo de la granja Manor. Ahora, encontrar a José no le parecía tan importante.
El amanecer del día siguiente fue anunciado por el lejano canto de un gallo. Rupert despertó sobresaltado y de inmediato salió de los juncos donde había pasado la larga noche. Apenas pudo dormir algunos momentos imaginando los peores escenarios.
Envuelto aún en aquellos pensamientos, se metió al estanque siguiendo al resto de los patos y estaba a punto de sumergir la cabeza para darse un baño, cuando escuchó un estruendo e instintivamente batió las alas y emprendió el vuelo espantado.
Elevándose rápidamente sobre el estanque, pudo ver que la bandada de patos permanecía agazapada entre los juncos. Entonces recordó lo que había escuchado acerca del cerdo que disparaba una escopeta y descendió para refugiarse también en los juncos. A lo lejos se escuchaban gritos de humanos y animales. Pudo notar que algo extraño pasaba porque los patos permanecían inmóviles y era evidente que estaban aterrorizados. Ahora se escuchaban disparos de escopeta y luego los gritos aumentaron. 
Rupert no pudo contenerse y salió de los juncos para tratar de ver lo que pasaba. Caminó lentamente por el borde del estanque sin animarse a volar por miedo a llamar la atención. La escena que observó lo sorprendió e hizo que todas sus plumas se erizaran de miedo.